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¿Para qué sirve la flor de la vida?

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Este símbolo de geometría sagrada es tan antiguo que no conocemos realmente el origen de su creación. Se ha encontrado en todo el mundo, en diferentes épocas, en varios edificios sagrados.

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La representación más antigua conocida hasta la fecha se encontró en el palacio del rey Assurbanipal en Dur-Sharrukin en Asiria, y data del año 645 a.C.

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Otra representación de la flor de la vida se encuentra en una de las columnas de granito del templo de Osiris en Abydos, una ciudad del antiguo Egipto.

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Abydos es el lugar de culto a Osiris más importante, el dios de los Muertos, y parecía simbolizar el paso a la eternidad para los antiguos egipcios. Abydos, como centro de culto a Osiris, era entonces el principal acceso al más allá.

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El símbolo de la flor de la vida contiene muchas formas geométricas como los sólidos platónicos, el cubo de Metatrón, la Vesica Piscis o incluso el famoso canon humano de Leonardo da Vinci. Aquí entramos en el mundo de la geometría sagrada. Son formas de proporciones perfectas, tal como se pueden contemplar en la naturaleza. Basada en el número áureo (PHI), ha permitido la construcción de famosos monumentos como las pirámides, las catedrales, los templos antiguos.

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Se dice que está presente en absolutamente todo, en las células, en las estructuras moleculares… y sería el origen mismo de la vida.

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Los sólidos platónicos son cinco poliedros regulares que tienen propiedades únicas, ya que son la base de todas las estructuras. Estos son el tetraedro, el hexaedro (o cubo), el octaedro, el dodecaedro y el icosaedro.

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Estos símbolos geométricos son poliedros regulares convexos y solo hay cinco de ellos. En efecto, para ser regular, un poliedro debe tener el mismo número de polígonos regulares en cada uno de sus vértices. Además, la suma de los ángulos en los vértices de los polígonos regulares debe ser estrictamente inferior a 360°.

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En términos matemáticos, se cumple la fórmula de Euler (F+S-A=2), donde F es el número de caras, A de aristas y S de vértices, para los cuerpos platónicos.

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En términos energéticos, los cuerpos platónicos se utilizan en tratamientos para maximizar el nivel vibratorio de la persona. Conectan los chakras con la energía universal, fortaleciendo así los cuerpos de luz.

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La Flor de la Vida es una forma de onda que contribuye a elevar el nivel vibratorio de una persona o de un lugar. Las formas de onda son vibraciones generadas o amplificadas por una forma.

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Las flores de la vida también se pueden utilizar con alimentos y bebidas, aceites esenciales, etc…

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¿Cómo utilizar una flor de la vida?

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Este símbolo sagrado se puede utilizar de muchas maneras. Su simple presencia en una habitación tiene un efecto de armonización. Ayuda a elevar las vibraciones al reestructurar lo que está en discordia.

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Ayuda a revitalizar el agua y permite una mejor conservación de los alimentos.

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Puede servir como talismán, se puede llevar como joya (colgante, pulsera, pendientes…) o en nuestra ropa. Algunos eligen este motivo como tatuaje. Si no estás seguro de la parte de tu cuerpo en la que tatuar la flor de la vida, puedes empezar por un tatuaje temporal.

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También se puede utilizar como soporte de meditación o para recargar piedras y cristales.

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También se puede utilizar para crear rejillas cristalinas de sanación y armonización.

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¿Cómo activar una flor de la vida?

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En cuanto a la energía espiritual, esta forma de onda es una vibración que nos pone en contacto con la Fuente Auténtica de toda vida, es decir, lo divino.

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Para beneficiarse de sus propiedades beneficiosas, no es necesario activarla ni hacer algo específico. Actúa infinitamente para equilibrar nuestras energías. Los efectos pueden percibirse en el plano mental, físico y emocional.

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Algunos practicantes de Reiki hablan de activar la flor de la vida en el contexto de un trabajo energético, para anclar los símbolos.

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Pero en su uso diario no hay nada específico que hacer, excepto enviar pensamientos de amor y armonía si se desea intensificar su acción.

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¿Cómo dibujar una flor de la vida?

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Esta forma geométrica está compuesta por diecinueve círculos espaciados regularmente y superpuestos simétricamente.

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Aunque a primera vista esta figura puede parecer difícil de reproducir, en realidad es bastante simple cuando se comprende cómo se forma.

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El instrumento indispensable es, por supuesto, el compás, y un soporte.

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Toma tu compás y traza un primer círculo. Manteniendo la misma separación, traza un segundo círculo colocando la punta del compás en un punto de la línea del primer círculo. Notarás que las intersecciones son de hecho los puntos centrales de cada círculo.

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A continuación, coloca la punta del compás en una de las intersecciones de los dos círculos trazados anteriormente y traza un tercer círculo. Continúa trazando los otros cuatro círculos siguiendo el mismo método y obtendrás la semilla de la vida.

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Luego añade 12 círculos adicionales alrededor de la semilla de la vida siguiendo el mismo procedimiento.

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¿Listo? Perfecto, solo te queda añadir los medios círculos para completar la figura.

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Así de fácil fue al final

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